Domingo 7 de Abril de 2002
Junto a un Presupuesto sustentable, se requiere recuperar la dignidad
Desde la debacle iniciada en diciembre pasado hasta la fecha, más allá de la falta de un plan económico coherente, contenedor, equilibrado y realista de todas las componentes que debe contemplar una administración, se ha manifestado una actitud mendicante frente al FMI y al Gobierno de los Estados Unidos.
Por I. Carlos Alma *
La reiterada exposición de apoyo dialéctico evidenciada por los gobiernos de los países poderosos y de los entes multilaterales, sólo han servido para plasmar que sin una demostración de real solvencia técnica y una sólida cohesión política detrás de un programa debidamente orgánico, no sólo no habrá apoyo financiero para la Argentina, sino que por el contrario el país es visto sin el respeto que la propia autoestima debe generar.
La reciente decisión que define al presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso como el vocero de la necesidad de ayuda para nuestro país, es la mejor muestra de la caída de nivel en la consideración internacional.
Sin lugar a dudas la peor manera de negociar asistencia es desde la postura débil de quien expone con sus acciones la falta de credibilidad en su capacidad para cumplir sus proyecciones. Esto provoca, inevitablemente, el escenario que estamos viviendo: los entes financieros internacionales, reiterando su vocación de asistir para superar la crisis, pero manteniendo en suspenso la definición debido a la falta de determinación del Gobierno nacional para encarar un camino claro y consistente.
La posición adoptada en Fortaleza, pretendiendo plantear una situación política poco sostenible con riesgo para la gobernabilidad de la Nación si no se obtienen rápidamente recursos provenientes del FMI, ha sido penosa para la imagen del país y de los actuales gobernantes.
Es necesario comprender que sólo se le presta a quienes pueden exponer seriamente su capacidad de pago y realizan sus solicitudes con sólidas presentaciones apoyadas en la demostrable viabilidad de su planteo, la otra posibilidad está representada por el ofrecimiento de Bush de otorgar créditos no retornables a países pobres que acepten cumplir sus mandamientos. La Argentina no debería estar en ese grupo.
Lo que es cierto es que nunca una confusión como la que hoy reina en la Argentina, con permanentes idas y vueltas, podrá ser la base de soporte para apalancar un plan cuya previsibilidad permita avizorar una salida positiva de la actual crisis con un razonable margen de certeza.
El FMI y sus recetas
Existe el error de considerar que únicamente ajustándose a las recomendaciones del Fondo se podrá encontrar la vía de solución del problema que afecta a la economía nacional. Esto es cuanto menos una falacia, pues la aplicación ortodoxa de medidas teóricas generales que no toman en consideración la problemática particular de cada caso, lleva a resultados diferentes a los formulados. La situación argentina requiere un tratamiento específico que vaya más allá de la sencilla y común fórmula de un movimiento de fondos que no responda a la reactivación del esquema productivo y de normal funcionamiento del mercado interno y de las exportaciones de manera simultánea.
Si el objetivo es alcanzar un acuerdo verdaderamente positivo para la tan mentada, esperada y necesaria reactivación, será imprescindible un cambio de actitud de las autoridades nacionales, en principio hacia el ordenamiento interno del país y su consecuente correcta y equilibrada relación con los gobiernos provinciales y después negociar seriamente con los terceros.
Para concretar esto, habrá que empezar por poner en su debido nivel de magnitud los costos de la administración central. Solamente con una clara demostración de firmeza ejecutiva en ese sentido, será posible conquistar el poder político para gobernar.
El constante estado deliberativo en el que se encuentra el país es inconducente y hasta se podría calificar de muy pernicioso, pues no define el piso de estabilidad imprescindible para crear confiabilidad a propios y extraños.
Recuperar la dignidad y honorabilidad extraviadas, dándose el lugar que nunca debió perderse, permitirá debatir con posibilidades una negociación que sea solución y no apenas un pobre paliativo.
La gran duda es hasta dónde el actual Gobierno y los políticos en general entienden esto.
* Presidente de CACSA S.A. consultora de negocios. Fuente: BAE.